Hay que asegurar el acceso, el desarrollo y la promoción de las energías limpias del futuro, es decir, la energía solar, la energía eólica, la energía geotérmica y la energía producida por las mareas. Hay quien sospecha que esas fuentes de energía no se están explotando lo suficientemente. Probablemente se deba a que los concesionarios de las energías convencionales temen ser desbancados por el desarrollo de la energía solar y de las energías naturales. Esto tiene muchos visos de verosimilitud. Pero, si los depositarios de las fuentes de energía convencional del petróleo y de la hulla, los grandes lobbies económicos multinacionales, saben que estas fuentes de energía son perecederas, que se van a acabar en 20, 30 o 50 años, no pueden ser tan insensatos ni tan suicidas como para tratar de frenar el desarrollo del automóvil eléctrico o la investigación y las inversiones en fuentes de energía solar o eólica, es decir, aquellas que nos proporciona la naturaleza.
El Sol, decíamos cuando empezamos a hacer la divulgación de la ecología, es la fuente de toda la energía en la Tierra.
El solomillo que usted se come está fabricado, en último término, con un sol que, en un momento determinado, fue fijado por las plantas, las cuales, gracias a la energía solar, transformaron el agua, la atmósfera y la tierra en materia comestible y asimilable. Después vinieron la ternera o la vaca o la oveja, que transformaron la hierba en solomillo. Y al final, usted se come el solomillo que, en definitiva, es energía solar transformada.
Qué hermoso sería que la humanidad trabajara más en la investigación de la energía solar, que llegara tan lejos en la utilización de la energía solar que fuera capaz de transformar, por ejemplo, todas las inmensidades desérticas de nuestro planeta, que ocupan un buen tercio de su superficie —el Sáhara, el Gobi, los desiertos de Norteamérica, el gran desierto de Arabia, las zonas subdesérticas de la península Ibérica, de grandes partes del Mediterráneo y de Oriente Medio—, en fábricas de energía solar. Serían inmensos sistemas captadores, fijadores y transformadores de la energía solar, con inmensos sistemas de transporte de esta energía solar a los centros destinatarios. Entonces tendríamos, amigos míos, la energía más barata del mundo. Una energía regalada por el padre Sol. Tendríamos una humanidad que se beneficiaría para su calefacción, para su refrigeración, para su transporte y para su iluminación de esa fuente de energía que está ahí y que va a permanecer durante miles de millones de años, de esa fuente de energía de la que se beneficia el gran mundo vegetal para fabricar la vida.
¿Se dan cuenta ustedes, amigos, de lo bella que es esa posibilidad? ¿Se dan cuenta de la antítesis que hay entre un sucio petrolero cargado de veneno que choca con una escollera y que vierte miles de toneladas de ese veneno al mar —toneladas de substancia que, al alterar la tensión superficial de las aguas marinas, van a incidir precisamente sobre el origen mismo de la vida en el mar, que es el plancton, el fitoplancton y el zooplancton—, se dan cuenta del contraste que existe entre esta fuente actual de energía y la energía solar? Hablamos de una energía limpia, cayendo minuto a minuto, hora a hora, sobre millones de espejos que ocuparán miles de hectáreas en la Tierra del futuro.
En el tema de la energía estamos con la conciencia inquieta por un lado y un poco optimista por otro. Si conseguimos exigir a nuestros dirigentes que se investigue, se trabaje, se promocione y se invierta en las energías limpias, naturales, aunque sigamos dependiendo algún tiempo —qué duda cabe, para evitar una catástrofe social y económica— de las energías convencionales, habremos dado un gran paso para mejorar la vida en nuestro planeta.
Sacado del Capítulo 8 del libro
Etiquetas: energia, energia solar, sostenibilidad
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