Antes de que DreamWorks convirtiera a Shrek en un fenómeno mundial lleno de humor, memes y aventuras animadas, hubo un libro. Un cuento breve, ilustrado y un tanto extraño, publicado en 1990 por William Steig, un veterano caricaturista del The New Yorker. Ese libro se llamaba Shrek! —con exclamación incluida— y su mensaje sigue siendo tan potente como el primer día.
En los cuentos clásicos, el monstruo suele ser el obstáculo que el héroe debe vencer. Pero Steig invierte la fórmula: aquí, el ogro es el protagonista, y no busca redimirse ni cambiar su aspecto. Shrek! es feo, maloliente, asusta a todo el mundo… y le encanta ser así.
Su viaje no consiste en volverse bueno o guapo, sino en aceptarse plenamente y encontrar a alguien tan peculiar como él. Es, en cierto modo, una oda a la autenticidad: ser uno mismo, aunque el resto del mundo no lo entienda.
Las ilustraciones de Steig son simples, toscas y llenas de color. No intentan embellecer al personaje, sino mostrar la fealdad con ternura. Es como si el autor nos dijera: “Mira bien, hasta lo grotesco tiene su gracia”.
El texto también tiene un ritmo juguetón, con rimas absurdas, giros inesperados y un humor sarcástico que encantó a los adultos tanto como a los niños.
Más allá de su humor, Shrek! es una crítica a los ideales de belleza y perfección que dominan los cuentos de hadas. Steig, con su estilo irreverente, desmonta la idea de que todos los finales felices requieren una transformación. En su mundo, la felicidad se alcanza no cambiando, sino aceptando lo que uno es.
Cuando DreamWorks compró los derechos del libro en los años 90, adaptó la historia al lenguaje del cine moderno. El resultado fue una película brillante, más accesible y cómica, pero también más suave que el cuento original.
El Shrek de Steig era más oscuro, más filosófico y profundamente irónico. Aun así, la esencia se mantuvo: la belleza está en lo diferente.
Shrek! no es solo un cuento infantil; es una declaración de independencia personal. Con humor y un toque de locura, William Steig nos recordó algo que Hollywood convirtió en mantra: que no hace falta ser perfecto para ser feliz.
Porque, al final, todos llevamos un pequeño ogro dentro… y tal vez, eso sea lo mejor de nosotros.
Etiquetas: libro


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